PORQUE SONRIEN LOS ANCIANOS

PORQUE SONRIEN LOS ANCIANOS

POR QUÉ SONRÍEN LOS ANCIANOS

David Brooks

Hace unos meses Ezequiel Emanuel publicó un ensayo en “The Atlantic” diciendo que, viéndolo bien, él preferiría morir alrededor de los 75 años. Comentaba que mejor entregar el alma con todas sus facultades intactas que soportar un triste deterioro progresivo.

El problema es que si Zeke muere a los 75 lo más probable es que se pierda sus años más felices. Cuando los investigadores preguntan  a la gente que evalúe su nivel de bienestar, las personas en sus 20 años se califican con un alto nivel. Luego la respuesta empieza a declinar pues las personas en la edad madura se sienten más tristes y llegan al nivel más bajo alrededor de los 50. Pero entonces, los niveles de felicidad se disparan y la gente mayor es más feliz que los jóvenes. Las personas que se consideran con un alto nivel de felicidad tienen entre 82 y 85 años.

Los psicólogos que estudian la, ahora famosa, Curva-U explican que esto sucede debido a ciertos cambios en el cerebro. Por ejemplo, cuando se les muestra a las personas varias fotos de gentes, los jóvenes inconscientemente tienden a mirar a las que tienen expresiones amenazantes, mientras que las personas mayores buscan a las que tienen expresiones de felicidad.

La gente mayor, en general es más relajada. Ya no tienen la presión de pensar en el futuro y por ende, derivan más placer del presente y de actividades ordinarias.

Mi problema con este tipo de investigación acerca de la edad madura y la felicidad, es su determinismo. Trata el envejecimiento a la vida emocional como se trataría el envejecimiento del cuerpo: este proceso biológico, químico y evolutivo que les pasa a las personas.

Prefiero pensar que la felicidad de las personas mayores es un logro, no una condición, resultado de un esfuerzo para aprender ciertas destrezas. Quiero pensar que la gente se vuelve paulatinamente más y más hábil para afrontar los retos de la vida. En la edad madura se enfrentan a situaciones estresantes que están fuera de su control, como tener hijos adolescentes. Pero ya en la vejez tienen más control sobre los retos a enfrentar y se vuelven más aptos para afrontarlos y resolverlos.

Aristóteles  enseña que ser una buena persona no consiste solamente en aprender reglas morales y cumplirlas, sino también es desempeñar adecuadamente  roles sociales como ser buenos padres, maestros, abogados o amigos.

Es fácil pensar en destrezas y actitudes en las que algunas personas se vuelven mejores con el tiempo.

Primero, veamos el “bifocalismo”: habilidad para ver la misma situación desde diversas perspectivas. Anthony Kronman, de la Facultad de Leyes de la Universidad de Yale, escribió: “Cualquiera que ha usado lentes bifocales sabe que toma tiempo para acomodarse a los campos visuales de percepción y combinarlos para lograr una visión adecuada. Lo mismo es cierto cuando ponderamos o reflexionamos sobre algo. Es difícil ser compasivo o indiferente, pero lo más difícil de todo es ser ambas cosas al mismo tiempo”. Solamente con la experiencia que da la edad aprende la persona  a ver una situación difícil con intensidad emocional por un lado y con fría indiferencia al mismo tiempo.

Luego está la ligereza o habilidad para aceptar los altibajos de la vida. En su libro “Ligeros conforme avanzamos”, Jimmie Holand y Mindy Greenstein (quien es mi amiga desde la Universidad) dicen que si bien es cierto que la gente mayor pierde la memoria, también es cierto que aprende que sus limitaciones no son “el fin del mundo”. La ansiedad es el más inútil desperdicio en la vida. Si tiene remedio ¿para qué te apuras? y si no lo tiene ¿para qué apurarse?

“La habilidad de no tomar todo tan en serio es una sabiduría que implica aprender a no dar tanta importancia a pequeñas cosas” – dicen Holland y Greenstein y “aprender a no involucrarse en los resultados específicos”.

Luego está también la habilidad para balancear diversas tensiones. En el libro “Sabiduría Práctica”,  Barry Schwartz y Kenneth Sharpe dicen que desempeñar varios roles sociales implica manejar simultáneamente diversas demandas. Un doctor tiene que ser veraz pero también amable y compasivo. Un maestro tiene que enseñar pero también inspirar a sus alumnos. Esto no se aprende memorizando un libro de reglas específico. Este tipo de sabiduría se adquiere al vivir todo un repertorio de experiencias.

Por último, las personas con experiencia tienen un conocimiento intuitivo de la gama de realidades, una percepción certera de lo que la gente está pensando y sintiendo, un instinto de cómo se van a dar las cosas. En “La sabiduría de la paradoja”, Elkhonon Goldberg presenta en detalle las diversas formas en que el cerebro se va deteriorando con la edad: las células cerebrales mueren, las operaciones mentales se hacen lentas. Pero  toda una vida de esfuerzo intelectual puede convertirse en patrones de empatía y conocimiento intuitivo. “Lo que he perdido con la edad en capacidad para trabajo mental – dice Goldberg – parece que lo he ganado en una capacidad instantánea, increíblemente fácil de agudeza de percepción”.

Es muy reconfortante saber que, para muchos, la vida se vuelve más feliz con la edad. Pero es más útil saber cómo los individuos se vuelven mejores en las cosas que hacen. La meta de la cultura es transmitir esta sabiduría de los viejos a los jóvenes; poner ese corazón de mil años en un cuerpo todavía joven.

eldon828

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